viernes, 18 de junio de 2010

Parasalto

He estado soñando con pistolas desde que las balaceras se convirtieron en las nuevas fiestas emergentes de la ciudad. Pistolas que van con sonido, como el balón va con movimiento. Mi tía D era la que decía que tardó dos o tres balazos en reconocer el sonido de un disparo, más ajenos de lo que la tele le había enseñado en los últimos años. Las balas suenan más ligeras, más escapistas, como lanzas tribales de propulsión sin fin, quisiera decirle a mi tía, tan descostumbrada a la violencia de las armas de fuego. He estado soñando con pistolas desde hace días y también escuchando balaceras donde no hay: en los fuegos artificales, en los mofles tartamudos de los autos, en cualquier golpe metálico. Siento balaceras a mi alrededor y se las cuento a mis amigos aunque esté equivocada. "El sonido se mueve hacia adelante, debe ser una balacera" me convenzo a misma cuando creo que el momento ha llegado. Sin embargo, no me ha quedado claro qué es más terrorífico: si el sonido o la imagen de la escuadra de fuego. Lo que sí es que en el asalto de ayer -asalto para casi todos excepto para mí y X- con la sola mención de pistola imaginaba a las agujas balísticas subiendo del primero piso al segundo antes de que habláramos en términos de violencia. Anticipaba las perforaciones como quien siente un escalofrío justo antes de morder la paleta de hielo o quien se moja ante las eminentes erecciones con las que comparte cama. El tipo hablaba de matar -uno cree que eso de provocarle la muerte a otro es más certero sólo porque tiene una herramienta para hacerlo más rápido-, yo le creía; sin embargo, nos hacía gracia la forma en la que orquestaba el evento como un borracho con una batuta que se pandea fuera de su control, igual o más peligroso que un profesional. Su pistola para mí fue una extensión de él, una sombra de peligro que salía de su brazo, delineaba mi nombre en el aire con sus amenazas. Pero ni él ni sus balas ni la noche ni las erecciones en cama me atravesaron esa noche. En el ir y venir de mi nueva condición de estadística social, reconocí a una muestra significativa de todo lo que quiero a punta de pistola, para mi fortuna, sostenida en frágil silencio. Aún con las manos llenas de pertenencias y de amistades, en casa seguía buscando en mi bolsa algo que no encontraría y que entonces no sabía que no iba a encontrar. Esa noche el miedo sería el penetrador y el impenetrable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor, por favor, por favor, escucha a Kate Tempest y a su grupo Sound of Rum. Es una poeta del este de Londres que casi podría asegurar que te va a gustar. Espero que te inspire tanto como a mí.

http://youtu.be/CkRrWceLBC0

http://youtu.be/1a8iFSXCHLw

concomitante dijo...

Escribí un cuentito nuevo, que se llama 100% lana. Te toca escucharlo. ¿Por favor?

https://www.box.com/s/a5ug5ahgh0nhwsytgmxr