martes, 7 de noviembre de 2006

me miraste de reojo, me miraste con los ojos y tal vez no. dijiste algo de que nos iban a cortar la luz y el agua pero yo no te hice caso. no te hice caso como al resto de tus gritos. no te dí lo que necesitabas tan esencialmente. te tenía encerrado en un cuarto, atado a las sillas de madera y también a mis exigencias. eras como mi mascota, como el compañero que siempre quise. cómo decirte. pero sí podías reclamarme. porque habías aprendido varias palabras, así como los loros imitan, podías decirme 'quiero' podías decirme 'no lo hagas' podías gritar 'cállate'. dolía como si pensaras. dolía como si significaras las palabras. tal vez lo que yo necesitaba era una planta.

después de varios días te dejé salir. que te creciera el pelo donde te había puesto las ataduras, porque empezabas a verte asqueroso. mi decisión se convirtió en arrepentible, claro, como el solo hecho de compartir espacio contigo. de que usaras mi cepillo de dientes y esas cosas. yo había empezado a hacer la lista de pros y cons para saber si realmente quería seguir contigo después de tantos años. no se me ocurrió preguntarte.

un día me tardé en volver después del trabajo. había evitado a los cobradores del demonio durante semanas y se querían llevar los sillones. no me importó no avisarte. sabía que ibas a poder sobrevivir con los restos de comida que no habían caído dentro del bote de la basura. nunca habías sido demasiado recatado en eso. cuando volví me estabas esperando a la puerta. escuchaste el rechinido del carro a lo lejos. sabías que era yo, y tu cuerpo reaccionaba a ello. estabas feliz. querías tumbarme con fuerza y besarme. como antes. pero tus manos estaban sucias, dejaban huellas en mi blusa. en el cuarto las sábanas estaban demasiado revueltas, desgarradas a mordidas, como si hubiéramos sido tres en lugar de dos, como si hubiera alguien más aparte de tú y yo, un tercer animal, y cuando te busqué parado al lado de la puerta, me mirabas saliente. tus polaroid y tus calcetines en un gran bolso negro que ni siquiera era tuyo. te llevaste lo último del cereal también y todos los papeles que había debajo del colchón. a lo mejor ese otro te dijo. le llaman rencor pero yo digo abandono. desde que te fuiste a las calles en busca de un nuevo hogar, el olvido me sabe a pura agua porque se me acabó el café y queda esperar a que vengan por mí del banco vital donde no tengo más crédito. estoy buscando la nota donde diga que se me fue todo en puras deudas del corazón.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

dos dedos que caminan paso a pasito por la cara interna del muslo hasta que se pierden. la mitad de tu cuerpo se asoma por la puerta semiabierta y tu madre que no ve tus ojos blancos porque hace rato ya que se alejó de esos viajes. quién dijo que estas cosas son seguras, o deben de ser seguras o deben ser seguras. te pregunta algo acerca de mañana, pero no hay que contestarle: los padres siempre están hipnotizados en sus moralismos. quiero decirte que hay algo más que este momento, pero nos venimos en silencio. tu madre se va, se cierra la puerta, y te digo que tu familia no es mejor que las demás y que estas cosas siempre pasan.